viernes, 9 de noviembre de 2018

Testimonio de una Valiente


Photo by Warren Wong on Unsplash
Hola chicas, quiero dedicar un post completo a un testimonio precioso que recibí, porque fue tanta la emoción que sentí al leerlo, que sé que muchas mujeres que hoy están leyendo estas palabras se van a sentir identificadas en mucho de lo que relata. Silvana es una mujer con Vaginismo, que está comenzando su tratamiento sola en casa, siguiendo mis consejos adaptándolos a ella y que va avanzando a pasos agigantados. Quiero que sus palabras nos llenen de ilusión, quiero que si en este momento estás sufriendo un Vaginismo que parece que será para siempre, puedas inspirarte con esta mujer que hoy nos comparte su historia con una sensibilidad increíle, quiero que luches, quiero que por un momento creas en ti. Todas las mujeres V (V de vaginismo y de Valientes también) van a sentir muchas de sus palabras como propias y esto nos dará una gran lección tanto a las que ya lo hemos superado, como a las que están en ello.

Gracias Silvana, por abrir tu corazón a esta comunidad de supermujeres. Gracias por tanto cariño, por tu confianza, por tus ganas, por tu valentía y muchísimas felicidades por haber derrumbado el muro de tu vagina después de tan largos años.

Yo, y mi Vaginismo.


Nada puede ser mas traumático que la decisión de cargar con el trauma para toda la eternidad.
En eso estaba yo, un poco por ignorancia y mucho por decisión.
El vaginismo era como mi definición. Si, empezó allá hace tanto tiempo, tanto que no puedo pensarme sin él.  De hecho, empezó cuando yo todavía no sabía que existiera algo así, y ahí supe que, sin duda alguna, yo era un ser anormal, sin dudas había nacido con un agujero menos.
Lo malo de esto, es que no tenemos herramientas para salir pronto del lugar de "anormales", muy por el contrario, nuestro entorno, los ginecólogos (ya explicare porque lo digo), los psicólogos y psiquiatras, el tiempo que sigue corriendo, la mala información (mala de verdad: mala por escasa y mala por errónea), muchas veces nuestras propias parejas, nos hunden cada vez más en una especie de laberinto al que es imposible imaginarle una salida.  
Tal parece que la disfunción sexual sólo es masculina.  Lo nuestro es capricho, es tan insignificante que no le cabe la definición de disfunción. Que loco, ¿no?
Nos vemos y sentimos tan solas, tan terriblemente solas, abandonadas a nuestra suerte, que nuestra vida cambia para siempre.
Cuántas mujeres sufrimos hoy vaginismo, en todas sus variantes. Solas, sin saber qué hacer, ni a donde recurrir.
Adentrándome un poco en mi experiencia:  no tuve relaciones prematrimoniales, porque yo no quise (y después me di cuenta por qué no quería, ya en mi interior sabía que no iba a poder, sin siquiera haberlo intentado).  Y me case.  Y no pude.  Esto hizo de mi vida un infierno, porque: ¿qué podía hacer yo si no podía??????
Recurrí al ginecólogo de toda mi familia, con la absoluta seguridad de que me iba a decir que yo no era normal.  Y no, no solo no dijo nada, sino que me hizo acostar en la camilla de su consultorio, y con mi esposo presente, pretendió solucionar "mi no poder" introduciendo su dedo.
Solo voy a agregar a esta anécdota, que casi me desmayo, de dolor, de incomodidad, de sentirme abusada.  Como obviamente y afortunadamente no consiguió su objetivo, su veredicto frente a este tema es que: Yo debía entregarme a mi marido, que lo que me pasaba era que yo no le tenía confianza.  Definición que también me dio delante de él.  
Salí de ahí abochornada, dolida, frustrada, culposa, y más convencida que nunca que era un tema que no iba a poder resolver nunca.
Visite a otro ginecólogo y lo único que hizo fue recomendarme terapia.
Recurrí a terapia, a una psiquiatra, terapia que se abocó a la relación con mi mamá. Tal vez era interesante, pero de ahí nunca pudimos salir.
Continué recorriendo psicólogos, y lo mismo.
Nadie, nunca, en todo este tiempo se detuvo a preguntarme que me pasaba a mí conmigo, qué quería yo de mí, qué estaba dispuesta a hacer.  Nadie, nunca todo este tiempo demostró tener idea de lo que es el vaginismo.
Y, lo peor es que juegan a saber, y hablan y dictaminan con tanta seguridad, que nos terminan convenciendo de lo que ellos "juegan a saber".
Tal vez, yo creo, que profesionales de estos que menciono, deberían al menos intentar averiguar, intentar informarse, estudiar, no inventar.  
Si ellos supieran la frustración que nos genera experimentar en cada una de estas consultas, que nadie puede ayudarnos.  Y en realidad, no pueden, pero no porque no podamos ser ayudadas, sino que no pueden porque no saben.
En una de mis tantas recorridas por internet, siempre buscando información, siempre buscando......., me crucé con una página "Supera tu vaginismo" y lo primero que leí fue "que tus sueños sean más grandes que tus miedos".
¡Guau!!!! alguien que sin conocerme me decía lo más importante que nadie me dijo hasta el momento!!!!!!  Creer en mi sueño.
Yo tenía miedo, hoy también creo saber cuál fue el motivo del origen de mi vaginismo, pero la verdad, ya no importa ni mencionarlo.  
Tengo que hacer que mis sueños les ganen a mis miedos, y seguí leyendo.
Resulto que quien escribía, no era ni más ni menos que una mujer que había superado el vaginismo. 
¡Que loco! ahí me enteré de que se supera, tampoco nadie me lo había dicho, claro quién me lo diría, si nadie sabe nada.
Esta vez, era distinto, ¡estaba leyendo algo que parecía escrito por mí!
Y me animé, y le escribí un mail a la autora de la página, preguntándole si estaba vigente la página, el mail, casi preguntándole si "ella" era real.
Que bueno, que bueno es tomar la decisión de no cargar con mochilas toda la eternidad, porque me contesto casi instantáneamente. Y su respuesta cambió la forma de ver mi propia vida.
Patricia con su experiencia, su energía, su dadivosidad, su capacidad de compartir, a la distancia me dio más de todo lo que pude conseguir en todos estos martirizantes años: me dio esperanza.
Me presentó una serie de elementos tan básicos, y tan necesarios, indispensables:
Espejo:  es inconcebible no mirarnos, no conocernos, hasta que me enfrente al espejo no tenía idea de cómo era mi vagina, de cómo era yo.  Me hizo entender que mi universo es más amplio.
Ejercicios de Kegel: claro, hasta el momento que comencé a realizarlos no sabía que mi vagina tenía músculos, que se contraían, pero también se relajaban y distendían, no me conocía!
Aceite de almendras: no podemos no tocarnos, digo "no podemos" porque no tenemos que dejar pasar la posibilidad de conocernos a través de nuestro tacto, de nuestros dedos.  Nuestra vagina es nuestra. 
Lubricante al agua: ¿pero cómo? ¿no era vaselina? Nooooo, ni eso saben, vaselina no!!!! Causa infecciones bacterianas,  hoy lo sé. Yo la he usado.
Piso pélvico:  cuantas cosas ignoramos!!!!!!!  Tal es así, que todavía no encontré quien se especialice en el tema por la zona en donde vivo.  Sigo insistiendo.
Dilatadores: ¡imposible imaginar que esto me fuera a ayudar! si yo no puedo!!!!  Pues sí, esto es justamente lo que necesito.  Y es todo un capítulo aparte, no solo por lo complicado que fue encontrar algo que reemplace al kit de dilatadores que se venden en muchas partes del mundo, y aquí en Argentina no.  Sino que tuve que entrar a un Sex Shop, obviamente por primera vez en mi vida, y elegir con todo en el mostrador,  qué dilatador (en el sex shop es consolador,  para otros es tutor)  estaba dispuesta a introducirme.  Parece imposible, pero tenía la voz de Patricia que me decía: "Elegí lo que te resulte más atractivo,  no importa que sientas que no vas a poder,  porque ya podrás".  Así que con esa consigna elegí. ¡Elegí texturas, colores, pude elegir!
Vibrador: ¡ah no! hasta acá llego!!!!  Esta hubiera sido mi primera reacción, allá, hace un tiempito, antes de entender.  Ahora, y después de incluirlo en mi tratamiento, sé de cuanto me hubiera perdido.
Hacer las paces conmigo, es fundamental y me hace sentir fuerte para darle batalla a esta dificultad.
¿En qué etapa estoy hoy?  ¡Pude introducir el primer dilatador, guau!!!!! fue un antes y un después (como dijimos con Patricia), es apenas el comienzo, pero juro que empodera.  Es saber que el límite ahora lo pongo yo, y solo yo y mi consciente, de a poco, escuchando a mi cuerpo, dedicándole respeto y amor, sí, mucho amor.   
Pude con el primer dilatador, con el segundo, todavía no pude completamente, pero como dije, voy despacio, aprendiendo a escucharme.
Y si bien utilicé el vibrador, tampoco pude introducirlo por completo, pero me ayuda a relajarme, créanme, es absolutamente fundamental estar relajada. Y como me recomendó Patricia:  me regalo un rato lindo, aromatizado con mi hornito de aroma cítrico, luz tenue, linda música, todo eso para mí, y solo para mí.  
Y mientras tanto, lloro, me río, me divierto mucho. Y disfruto, disfruto de mí, disfruto de esta nueva etapa en mi vida, esta que recién empieza, y voy por más.
Por eso, hoy estoy convencida que ¡Yo Puedo!

Silvana

Photo by Jude Beck on Unsplash